27 octubre 2015

Actitudes del Psicomotricista

En los Talleres de Expresión , entra la práctica psicomotriz, que se realiza con los más pequeños de 2 años hasta los 6 años .
Este texto hace referencia a la actitud de la figura del Psicomotricista, en este caso yo como figura de facilitadora de la actividad de psicomotricidad. Este texto es para que las familias entienda un poco más la figura del Psicomotricista , como funciona esta actividad y lo que hacen  las niñas y niñas que vienen a psicomotricidad.
 
Actitudes del Psicomotricista:

 
Ser compañero simbólico en su juego que no es ser su compañero de juegos, sino que simbolice ciertos roles a petición del niño/a.

Empatía tónica; para responder a las peticiones del niño/a hay que comprenderlo previamente. Se trata de mantener una actitud de escucha; manera de ser, de estar cerca y lejos de lo que vive el otro= Empatía Tónica, sólo así podremos responder a las peticiones del niño/a. Se trata de prestar atención a los parámetros psicomotores del niño/a cómo; la manera de explorar  el espacio, la manera de explorar el material, el tiempo y la duración de la actividad, la postura, el lenguaje, el movimiento, la mímica, la mirada, etc.
Escucha activa del cuerpo del niño/a, de la expresividad de su mundo interno, de su deseo inconsciente, de sus demandas y su forma de comunicarse. Una
escucha que nos permitirá una intervención u otra en función de su momento evolutivo.

En toda esto relación está presente el concepto de disponibilidad corporal, como actitud de escucha. Es una nueva manera de situarse respecto al niño/a, es tener una actitud de empatía, ser capaz de descentrarse hacia el otro, intentar comprender la historia que nos cuenta la otra persona, sin juzgarla, para desde allí, poder ayudarle a resolver sus dificultades.

La disponibilidad corporal supone además un nuevo modo de actuar a través del cuerpo, utilizando como mediadores la mirada, el gesto, el espacio, los objetos... etc. (Boscaini, 1989).
Símbolo de ley y de seguridad;  El Psicomotricista va a ser el que garantice esta ley, al igual que es garantía de seguridad. En esta situación de juego espontáneo, él ha de contener y retomar las situaciones difíciles, manejar los conflictos sin culpabilizarlos. Una autoridad del Psicomotricista clara, que garantiza la seguridad de todos para que la expresividad sea posible. Esta autoridad entendida como “el que sabe lo que hay que hacer”, es necesaria mostrarla tanto con gestos corporales como en pequeñas estrategias de intervención que se van aprendiendo en el proceso formativo.

Dentro del dejar hacer el Psicomotricista ha de fijar los límites de la libertad:
No hacer daño al compañero, lo cual no excluye las relaciones agresivas, no destruir el material, etc.

 "Tomar conciencia de la importancia del juego en la construcción y el desarrollo de la personalidad del niño. Observar ese juego y comprender qué es lo que se está jugando (sentido), participar sin ser directivo ni invasor y contenerlo dentro de los límites de lo simbólico. Esto es importante para el niño, pero también para el maestro y sobre todo para su  
 relación. Este juego corporal, este juego psicomotor es una oportunidad para el maestro, de establecer con el niño y con el grupo clase otra relación; una relación de persona a persona que no está mediatizada por el rol pedagógico" (Lapierre, 1990).

 Según Lapierre durante la sesión de Psicomotricidad el maestro no tiene nada para enseñar, sólo ha de estar disponible para el niño/a, seguirlo en la dinámica de sus pensamientos y de sus actos. En esta relación, al no estar mediatizada por lo pedagógico y lo intelectual toma un cariz afectivo que se articula alrededor de dos temas esenciales de nuestra vida afectiva: el amor y el odio.
En esta relación fundamentalmente corporal, el Psicomotricista ha de reencontrar en sí mismo el placer del juego, del movimiento, ya que para que se dé una buena relación ha de darse un placer compartido. No se trata tampoco de dejar hacer si no que, mediante sus intervenciones, el Psicomotricista debe canalizar, orientar y hacer evolucionar el juego, saber cuándo decir sí y decir no, jugar a la aceptación, a la negación y a la provocación, teniendo un rol activo según las necesidades y el momento evolutivo de cada niña y niño.

 

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